Cardiff
El sur de Inglaterra está separado del sur de
Gales por el río Seven. Un flamante puente, una de esas obras
arquitectónicas símbolo de modernidad, los une a través de la
autopista M-4. Gales es otro mundo dentro del Reino Unido. Símbolo
de lucha de las clases trabajadoras, de rugby y de grandes voces.
El primer día nos encontramos con los restos de las
aficiones del Real Madrid y del Sevilla. El día anterior, habían
jugado la final de la Supercopa de Europa en la ciudad. En el estadio
del Millenium, donde el equipo nacional de Gales juega sus partidos
de rugby, un cartel en la entrada decía: “Aquí no se juega la
final de fútbol, aquí solo se juega a rugby”. El mundo del fútbol
siempre cree que en todos los sitios atan los perros con longaniza.
En Gales, el rugby es el deporte rey. Cerca, en el estadio del
Cardiff, un amistoso entre los equipos de rugby sub 16 locales y el Newcastle inglés.
Shirley Bassey y por supuesto Tom Jones, son buenos
ejemplos de grandes voces galesas. La noche de Cardiff se llena de
improvisados concursos de karaoke donde jubilados o trabajadores
acuden a los pubs para tomar su ración de pintas y recordar viejos
tiempos. Clásicos del soul y del rock'n'roll son interpretados con
maestría por cada cliente que coge el micrófono. Nunca hemos sido
amigos del karaoke, pero escuchando buenos temas en buenas voces y
con media docena de pintas, la cosa pinta de otra manera.
El segundo día visitamos Blaenavon, antiguas minas
galesas hoy Patrimonio de la Humanidad. Tuvieron un significado
especial tanto para el progreso en los inicios de aquélla Revolución
Industrial, como por las durísimas condiciones de vida que tuvieron
que
Cruzamos el Brecon Beacons camino de Hay On Wye. Las
verdes montañas galesas son bajas y redondeadas. Los caminos que las
recorren, estrechos y lentos. Tienen vistas y te dan tiempo para
contemplarlas. Las ovejas galesas cruzan las carreteras y las granjas
te miran a lo lejos. Hay que parar y respirar el aire rural que lo
empapa todo. Olvidarse de prisas, de gente y del mundo de donde uno
procede. Gales es otro planeta.
Hay On Wye organiza la mayor feria del libro de segunda
mano del mundo. A finales de mayo la ciudad se llena, más si cabe,
de libreros y oportunistas dispuestos a vender y comprar los libros
que no se pueden encontrar, casi, en ningún otro lugar. Si no se
puede acudir a la Feria, cualquier día del año se puede visitar el
mayor número de librerías de viejo por metro cuadrado que alguien
pueda imaginar.
La Costa Galesa
La impronunciable Aberysywith es la más grande de las
localidades costeras del este. Tiene ambiente universitario, una
buena colección de pubs y un espectacular paseo de casas victorianas
y eduardianas. El buen tiempo nos fue dejando por un fuerte viento
proveniente del mar. Nos recogimos en un pub que no visitan
estudiantes, solo trabajadores, marineros y tipos realmente extraños
con un único denominador común. Sus ganas de beber. Nos juntamos y
tuvimos buenas conversaciones. De esas que no llegan a ninguna
conclusión, de esas que no se olvidan.
Snowdonia y norte de Gales
Beddgelert tiene casas de piedra, cafés con
turistas y un viejo puente desde donde se lanzan pequeños
clavadistas al fondo del río Colwyn. Es, puede ser, el pueblo más
bonito de Snowdonia. Nuestro fugaz paso por el Parque Nacional no lo
puede asegurar, pero casi. Es un lugar de postal, de cuento de los
Hermanos Grimm. Tiene un pequeño paseo rodeado de montañas
mofletudas y verdosas que invitan a quedarse. Pero nuestro destino
estaba más al norte, y la lluvia comenzaba a dejar de ser
intermitente para pasar a insistente.
Llandudno es un lugar de veraneo para los galeses.
Nuestra intención era dormir y salir a dar un paseo en barco por el
mar de Irlanda y saludar a la fauna. El viento estaba demasiado
irrespetuoso y nos lo impidió.
Liverpool
Liverpool es una buena ciudad para vivir. Como Bristol,
tiene un pasado canalla, un puerto reconvertido en zona de ocio para
gente cool con estatua incluida para Billy Fury y muchas zonas
interesantes por donde pasear o beber.
El Liverpool tenía partido de liga y la ciudad estaba
teñida de rojo. Buscamos flea markets, car boot sales y tiendas de
segunda mano en donde poder rebuscar cosas inservibles. Las
encontramos. Visitamos la sobrevalorada Chinatown y cenamos en dos de
sus restaurantes durante las dos noches que pasamos en la ciudad.
Pagamos bastantes libras por un hotel mediocre que no estaba
demasiado limpio. Lo que toca en una ciudad industrial. En fin, creo
que nos fuimos de Liverpool con una sensación agradable, buenas
recuerdos y una inamovible opinión sobre The Beatles.
Liverpool – Arras – Zaragoza
Todo
viaje, sin excepción, tiene fecha de caducidad. Desde los que
emprendemos la gente gris con una vida más o menos organizada, con
un trabajo que, cada día con más dudas, te espera a la vuelta y con
una cama que terminas echando de menos, hasta los que emprenden los
afortunados que únicamente compran el billete de ida.
Viajamos
cuando nos movemos, cuando nos descubrimos y soltamos pesados lastres
que atenazan nuestra existencia, cuando esos prejuicios, esa forma de
ver la vida, ese preocuparte por cosas que realmente o no importan o
no tienen solución, se quedan lejos al volver la vista hacia atrás.
Cuando esas normas básicas no se cumplen, ya se puede dar el viaje
por finiquitado. Estés de vuelta en tu casa hipotecada o viviendo a
la orilla del Amazonas con una tribu desconocida.
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