La portada, de Ángel Lalinde, y la sinopsis de Gonzalo de la Figuera, le dan un toque de calidad que pocos tienen la suerte de contar.
Todo, bajo la dirección de Javier Cinca "Viriato", el boss de STI Ediciones.
Aquí va un pequeño aperitivo de lo que será, de lo que es, El Asesino del Vinilo, mi tercera novela.
En breve, calendario de presentaciones.
Una chica de buena
familia desaparece tras asistir a un concierto. Otras tres mujeres
han sido salvajemente asesinadas. El ex inspector Domínguez, un tipo
duro, escéptico y desencantado, llega a Zaragoza acompañado por La
Yesi, su chica, para investigar la desaparición. A lo largo de un
ajetreado fin de semana, la extraña pareja recorre bares, garitos y
salas de conciertos, empapándose de whiskey y cerveza, en una
incierta búsqueda cuya trama se enreda y complica por momentos.
Tras Wacha los
güeros y Estúpidos y felices (en la que ya aparecía
Domínguez), sus anteriores novelas, Alfredo Benedí se
sumerge de lleno en la noche zaragozana, arrastrando consigo al
lector en un agitado viaje por algunos de sus locales más
reconocibles. Hay rock and roll, unos cuantos tortazos y peleas,
mucho Dyc sin hielo y una galería de personajes secundarios
(ficticios y reales) a través de los cuales Benedí retrata con
pulso firme la vida nocturna de la ciudad.
En El asesino del
vinilo, de nuevo Alfredo Benedí atrapa al lector por el cuello y
no lo suelta hasta llegar al punto final. Lo hace con un estilo
narrativo seco y áspero, cortante como un cúter, desprovisto de
adornos y florituras. Con diálogos incisivos y lenguaje callejero.
Sin andarse por las ramas. Domínguez, heredero de la estirpe clásica
de los Marlowe, Spade o Archer pero en clave cheli, violento,
maleducado y borrachuzo, no descansará hasta resolver el doble
misterio. Por el camino también se cruza con una banda de proxenetas
que ponen en peligro la vida de La Yesi. Y hasta ahí podíamos
llegar; porque en el fondo de su endurecido corazón existe algo que,
aunque Domínguez no se atreva a llamarlo por su nombre, se parece
mucho al amor.
Gonzalo de la Figuera
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